La Palabra me dice
En la geografía de la tierra de Jesús, las vides y las uvas son plantas y frutos comunes. Para explicar cómo es su relación con el Padre y con nosotros, usa la imagen de la vid y nos dice que Él es la vid verdadera, el Padre es el viñador y los discípulos que escuchamos somos los sarmientos, esos brotes donde nace el racimo de la uva.
Así como ningún sarmiento sobreviviría y podría dejar crecer sus frutos si no está unido a la vid, Jesús nos invita a permanecer unidos a Él para poder vivir y dar fruto. En estos tiempos veloces, cambiantes, donde cotidianamente experimentamos la incertidumbre, lo provisorio; en estos tiempos cuando todo fluye, nos acostumbramos a las “historias” que duran 24 horas, a la novedad constante y olvidamos fácil hacer memoria… Jesús nos invita a permanecer.
Pero no se trata de un “permanecer” quedándonos quietos, estáticos, sino de permanecer como seguir confiando, esperando, amando; unidos, dejar que la fuerza de su vida nutra la nuestra para dar frutos. ¿Cómo hacerlo, entonces? De los cientos de mandamientos que se debían cumplir según las leyes del judaísmo, Jesús sintetiza lo importante en uno solo: el amor que Él mismo enseñó. |