La Palabra me dice
Muchas veces, en la Biblia vemos que lo contrario a la fe no es la incredulidad, sino el miedo, la inquietud. Jesús anima a los discípulos a esperar con confianza. Sabemos el final de la historia: el reencuentro definitivo con Jesús, y de la humanidad, en Dios.
Mientras tanto, nuestro aquí y ahora, atravesado por la contingencia del día a día, puede volverse algo rutinario, a veces lleno de proyectos que nos apasionan; otras, casi sobreviviendo entre las dificultades. Tenemos que estar atentos a nuestro corazón, a nuestras comunidades, cuando la inquietud, la incertidumbre ganan espacio a la fe y al entusiasmo por caminar hacia delante.
Jesús nos invita a no perder el horizonte inmenso, bello e infinito de nuestra historia y de la de todas las personas. Nuestra vida, tal vez escondida, muy común, también es un camino de regreso a la Casa del Padre. Esto no significa que lo cotidiano vale menos; por el contrario, esta certeza tiñe de un color especial las cosas que hacemos, nos permite reordenar prioridades, buscar sentido en los trabajos, vínculos, tiempos libres, proyectos. Nuestra vida vale, para Dios, la medida del amor por su Hijo Jesús. |