La Palabra me dice
El evangelio de hoy trae consejos sobre la relación entre madres e hijos. Para los pequeños y excluidos, Jesús pedía la máxima acogida. En la relación entre hombre-mujer, pide la máxima igualdad. Ahora con los niños, pide la máxima ternura.
Llevaron a Jesús unos niños para que Jesús los tocara. Los discípulos trataban de impedirlo. ¿Por qué lo impiden? El texto no lo dice. Tal vez porque, según las normas rituales de la época, los niños pequeños con sus madres vivían casi constantemente en la impureza legal. ¡Tocarlos significaba contraer impureza! Y así, si los niños tocaban a Jesús, ¡él también quedaría impuro! Pero Jesús no se incomoda con estas normas rituales de pureza legal.
Corrige a los discípulos y recibe a las madres con los niños. Toca a los hijos y les da un abrazo diciendo: “Dejen que los niños vengan a mí, no se lo impidan, porque de los que son como éstos es el Reino de los Cielos”. Y cuando Jesús abraza a los niños y los bendice, pone sobre ellos la mano.
Hay muchos signos de la presencia actuante del Reino en la vida y en la actividad de Jesús. Uno de ellos es su manera de recibir a los niños y a los pequeños, y es un signo muy fuerte, considerando que en su época los niños eran uno grupo más de los excluidos, de los que no contaban. |