La Palabra me dice
Me impresionan dos momentos: “se arrojaban sobre Él para tocarlo” y “Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto”. Y me trae a la memoria momentos de gran desesperación. Esos momentos en que no encontramos en nada ni nadie la solución a algo que nos sucede, y si se trata de algo que tiene que ver con el riesgo de vida, la desesperación es mayor. Querés respuestas, soluciones mágicas, que termine de una vez y que pase todo y haya sido un sueño. Y, por otro lado, sentís que sólo queda abandonarse en manos de Dios y confiar. Me imagino que esa gran multitud que iba a su encuentro y que necesitaba sanación sentía esta desesperación por sanarse o por alguien amado que necesitaba sanación. Y los entiendo. Aunque uno siempre desde el “deber ser” guarda las formas, cuando uno está seguro que es Jesús quien está a nuestro lado, “se arroja”, “se tira”, “confía”... en que solo Él puede sanar, sanarme, sanarnos. Y la segunda frase, que es una expresión explicita de Jesús, uno la comprende en el contexto socio-histórico donde Él lo está diciendo. Pero, cuando uno hace una lectura de fe, de los milagros que van sucediendo en la vida de cada uno, solo te queda esta actitud, la de querer “gritar” a los cuatro vientos que es Jesús quien te sanó, quien sano a quien amas. Y proclamarlo sin cansancio. |