Evangelio del Dia

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Martes 18 de Enero de 2022

La Palabra dice


Mc. 2, 23-28
Un sábado mientras atravesaba unos campos de trigo, sus discípulos se pusieron a arrancar espigas. Los fariseos le dijeron: “Mira lo que hacen en sábado: ¡Algo prohibido!” Les respondió: “¿No habéis leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros pasaban necesidad y estaban hambrientos? Entró en la casa de Dios, siendo sumo sacerdote Abiatar, y comió los panes consagrados, que sólo pueden comer los sacerdotes, y los compartió con sus compañeros”. Y añadió: “El sábado se hizo para el hombre, no el hombre para el sábado. De manera que el Hijo del Hombre es Señor también del sábado”.

La Palabra me dice


Este texto sigue en sintonía con el de ayer: “la norma”, “la ley”, antes que la persona. ¿Qué está primero, la ley o el ser humano? El Evangelio nos invita a seguir reflexionando sobre cómo manejamos nuestras actitudes, hacia los demás y hacia nosotros mismos. Si sólo nos valemos de actuar por la ley y dejamos de lado la persona; no comer si tenemos hambre porque está prohibida esa comida, no “arrancar espigas” porque es sábado… estas normas regían en el tiempo de Jesús, desde el Antiguo Testamento, y los judíos se escandalizaban cuando Jesús o sus discípulos dejaban de lado la ley para poner el humanismo primero.

Con corazón salesiano


Don Bosco, nombra a sus muchachos consagrados como “salesianos”, en honor a San Francisco de Sales, porque lo elige como modelo de caridad y dulzura.
A Don Bosco lo que más le impresiona e influye de Francisco es la mansedumbre y la dulzura en el trato. Para los salesianos, San Francisco de Sales se presenta como modelo en el cual inspirarse por su gentileza, bondad y humildad hacia cualquier persona.
El primer oratorio fundado por Don Bosco se llamó San Francisco de Sales. La primera iglesia construida en Valdocco por Don Bosco fue dedicada a San Francisco de Sales. En su habitación, Don Bosco tenía un letrero en el que estaba escrito el famoso mensaje divulgado por él: “Da mihi animas, caetera tolle”, en latín (“Dame almas, llévate lo demás”), una frase bíblica que solía repetir San Francisco de Sales.
Comparto esto, ya que lo único que vale es la persona, su alma… y lo demás no importa nada.

A la Palabra, le digo


Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo. Regálame un corazón libre y con buenas intenciones.


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