La Palabra me dice
Jesús empieza a ser reconocido como el Mesías. Pero, a la vez, no deja de ser el nazareno, el hijo de José. A veces, su persona no coincidía con las expectativas de la gente, que tenía determinadas imágenes de cómo debería ser el rey o el mesías. Pero Natanael reconoció con fe “al Hijo de Dios, al Rey de Israel”. Porque su búsqueda era auténtica y hasta sus dudas eran sinceras… Y es llamativo que, en el mismo diálogo, Jesús también lo reconoce a Natanael, valora su confesión de fe en lo pequeño y lo anima a esperar aún más. Esta Palabra está llena de buscadores. Felipe, Andrés, Pedro, Natanael… ¡y hasta el mismo Jesús! Porque Él es el primero que sale a buscarnos, no deja de llamar, de invitar, de interpelar los anhelos de los corazones. Con la imagen de los cielos cerrados y los cielos abiertos, el pueblo de Israel hacía memoria de su Historia, en la que se alternaba la prosperidad y la carencia, la esclavitud y la liberación, la bendición y la maldición… Con Jesús los cielos vuelven a abrirse, y ya no se cerrarán, porque a partir de Jesús no hay separación entre Dios y los hombres. |