Con corazón salesiano
Simeón miraba con los ojos de la fe, con la historia de su pueblo, con el corazón esperanzado. Don Bosco también supo reconocer en sus jóvenes las promesas de Dios. En Domingo, en Juan, en Miguel. A veces con visiones extraordinarias; otras, al constatar sus búsquedas profundas, y tantas veces, con la sola confianza en el corazón de los jóvenes, que finalmente despertaba en ellos el deseo de santidad. Como en el sueño de la pérgola de rosas, la belleza también trae sus espinas. Pero no están en vano, sino que nos exigen preguntarnos a dónde vamos, por qué, para qué; revelan intenciones, purifican el amor, fortalecen el sentido. También en nuestra vida, las contradicciones, a su tiempo, se vuelven reveladoras. |