Evangelio del Dia

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Lunes 27 de Diciembre de 2021

La Palabra dice


Jn. 20, 2-8

El primer día de la semana, María Magdalena corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”.

Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto la cabeza de Jesús; éste no estaba caído con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.

Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.

La Palabra me dice


A San Juan, Apóstol y Evangelista, la Iglesia lo recuerda como “el Discípulo Amado”. Él es uno de los tres, con Pedro y Santiago, que comparte más momentos con Jesús, está cerca suyo en la última cena y a los pies de la cruz junto a María, representando a toda la humanidad.

La escena del texto ocurre en la mañana de Pascua: María Magdalena había llevado perfumes al sepulcro y, al no encontrar el cuerpo de Jesús, corre a buscar a Pedro y a Juan.

El relato no se trata de lo que pasa con Jesús, sino de lo que les pasa a los discípulos.

Juan y Pedro salen corriendo juntos, pero Juan llega primero. Sin embargo, Pedro es el primero en entrar: mira, analiza. Juan, que entra después, ve y cree al instante.

Se dice que Pedro representa en las primeras comunidades a la “institución” (con más años, prudencia, autoridad) y Juan, el “carisma” (se adelanta, intuye lo nuevo, cree libre y espontáneamente).

Ante el misterio, ambos se acercan juntos, pero de modos distintos. Así ocurre también en nuestras comunidades, en la Iglesia. Nos une el Amor, que nos pone en movimiento.

Hoy nos detenemos en Juan, y su impulso de salir al escuchar el anuncio de María Magdalena; su espera a Pedro, que no limita su libertad para avanzar, ver y creer.

La experiencia de cercanía con el Maestro había preparado su corazón para ir hacia Él y mirar la realidad reconociendo los signos de su presencia viva.

Con corazón salesiano


Juan y Maín, desde pequeños, cuidaron la amistad y cercanía con Jesús, lo siguieron con su vida, lo reconocían en cada situación. 

Es la santidad que invitaban a vivir a los chicos y chicas, con propuestas sencillas, lúcidas pero libres de grandes justificaciones, atravesadas por la experiencia cotidiana, práctica, creyente y afectiva.

A la Palabra, le digo


Jesús, quédate conmigo, que me quede con vos. Que mis pies, mi cabeza, mi corazón puedan ir juntos donde mis hermanos me revelen tu llamado.
Señor, enséñanos a caminar en comunidad. Que a donde vayamos, lo que miremos, lo que comprendamos, lo que creamos, lo que hagamos, sea movido por el amor.


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