La Palabra me dice
En esta parábola se revela el verdadero rostro de Dios: el Padre no quiere que se pierda ningún ser humano, ni el más pequeño, ni el más miserable, ni el más rebelde. Él buscará de mil maneras la forma de hacerle tomar conciencia de su dignidad. Por eso va en busca de los pecadores, de aquellos que están perdidos y que todos abandonan a su suerte. En Jesús vemos que Él va a sus casas y come con ellos, con escándalo de los que siguen viejas tradiciones.
Algunos piensan que el comportamiento misericordioso fomenta la pereza y la falta de esfuerzo y de empeño para cambiar de vida y hacerse mejor. Pero olvidan que si cada cual mira su propio interior, sabe que más de una vez ha necesitado de bondad y de perdón y no lo encontró. La conclusión es la disponibilidad personal de perdonar al otro, con la certeza grata de recibir de Dios la comprensión esencial de uno mismo, y como suplemento, de estimular también la conversión del prójimo. |