La Palabra me dice
“Le respondieron que pasaba Jesús de Nazareth”. Por ese lugar estaba pasando Aquél que hacía que una multitud lo siguiera. Su nombre era tal que el ciego en su condición y marginacion le gritó aún cuando querían acallarlo. Su fe en el paso de Jesús era tan grande que no le importaba otra cosa, solo que el hijo de David lo escuchara, y pudiera atender su súplica. Jesús en su compasión y misericordia no lo cura de repente, sino que le pregunta: “¿Qué quieres que haga por ti?”. No hay duda que Jesús ya percibía su ceguera, sin embargo le pregunta. Nuestro Señor nos propone su Buena Noticia, su Salvación, nos da la libertad de elegir ser curados o no. Su pregunta hace de Él la humildad de preocuparse, de mirarlo, escucharlo, de acercarse y curarlo. Vivimos en un mundo donde muchas cosas se dan por sabido, donde no hay gran margen de preguntar; “¿cómo estás?, ¿qué necesitas? ¿en qué te puedo ayudar?” Su mensaje nos invita a preguntar, a ponernos al servicio del otro, a tocar el dolor del otro. No para dañar, sino para curar, especialmente nuestras cegueras, para poder ver a los demás. |