La Palabra me dice
Pongámonos en contexto de época: la lepra era una enfermedad de aislamiento y soledad. La separación eterna de Dios. Así que lo que hicieron estos leprosos con Jesús es casi tan “jugado” como la mujer pecadora en Lucas 7, 36-50: ¡qué acto de fe tan grande! Ellos salen al encuentro porque lo necesitan, quieren ser sanados y su fe los impulsa a eso. Su enfermedad, lejos de ser un impedimento, es una oportunidad. Qué bueno si pudiéramos tener algo de esa fe y humildad de reconocernos necesitados de Jesus, necesitados de ser sanados por Él. “Y en el camino quedaron purificados”. Jesús no los curó cuando ellos se lo pidieron, sino que fue mientras caminaban, mientras andaban y seguían con sus vidas. Primero caminemos, confiemos en Él y todo se va a ir acomodando. No esperemos a tener todo arreglado para confiar. “¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?” De los diez leprosos, sólo uno se volvió a agradecer. Como buenos cristianos, ¡seamos agradecidos! Dale gracias a Dios de todo lo que nos regala día a día, de todo eso que nos va acompañando en nuestro caminar. |