La Palabra me dice
Según el Evangelio de San Juan, Jesús no muere solo y abandonado por todos, como ocurre en los otros Evangelios.
Él muere como rey y tiene su cortejo: las mujeres, entre las cuales María y el discípulo amado. Hay que destacar el rol de las mujeres que siguieron discretamente a Jesús en su ministerio y que aquí reaparecen en un momento culminante. Están en un “espectáculo” que era solo para varones: por la crueldad y por la indecencia de los crucificados que estaban completamente desnudos.
Aún en su agonía, Jesús rey-crucificado hace sus últimos y mayores dones. En este momento donará a su madre y luego donará su Espíritu. Por una parte, cuando se dirige a María, la llamará mujer, que es la forma como el esposo se dirigía a la esposa. Ella representa, por una parte, al antiguo Israel, en quien se cumplen las promesas del Antiguo Testamento. Por otra parte, representa también a la Iglesia que surgirá del costado abierto de Jesús. Por eso, San Pablo hablará de la Iglesia como “la esposa”.
Pero el narrador presenta también a María, como lo ha hecho ya en Caná, como la madre de Jesús. Ella es el signo de una nueva maternidad, por la cual los discípulos de Jesús somos también hijos suyos. Por eso, ha podido decirse que María es madre de la Iglesia.
El discípulo amado representa, a su vez, a todos los discípulos de Jesús. Porque todos y cada uno somos amados por Él. Y hasta tal punto llega su amor, que nos deja a su madre como nuestra madre.
Este texto es un desafío para pensar cuál es y cómo se expresa nuestra relación con María. Además si nos sentimos verdaderamente discípulos incondicionalmente amados por Jesús Finalmente también podríamos preguntarnos cuál es nuestra actitud ante la cruz de Jesús. Es un rey crucificado, pero cuya muerte según este Evangelio, ya es la manifestación de su gloria. ¿Cómo vemos nosotros, la crucifixión de Jesús, acaso simplemente como un hecho cruel y sangriento que mueve nuestra sensibilidad o hay algo más? |