La Palabra me dice
La Palabra de hoy cuestiona y confronta la vida. Sabemos que no es la primera vez, quizás tenemos años escuchando lo siguiente: cuando se dice que el perdón es sanador; que perdonar es de humanos; el “perdonar siempre”; el “no guardar por dentro y perdonar”; “pide perdón y verás los frutos”; u otra como “perdona sin esperar nada a cambio…”. En fin, con todo esto descubrimos que el perdón es bueno para las personas, porque nos libera de ataduras innecesarias, porque simplemente nos ayuda a vivir en amor de Cristo. Sin embargo, ante la invitación que nos hace Jesús hoy, ¿cómo perdonar y no caer en la trampa de aquel señor de la parábola de hoy? El Espíritu siempre asiste a todo cristiano que ha vivido la experiencia del perdón y saberse perdonado. Hoy desde nuestra humanidad aprendemos que para sanar es muy necesario traer a la memoria lo ocurrido sin victimizarnos, sin tener en el corazón deseos de venganza, alejando de la mente los malos pensamientos hacia la persona que me ha causado algún mal. Después de todo esto, querido hermano y hermana, Jesús nos invita a empatizar con el otro. ¿Qué difícil, no? Pero sí te garantizo que si vivimos en torno a los retos de Jesús, la vida asume una visión diferente, el panorama pasa de tonos grises a horizontes llenos de color y alegría, porque reconocemos en la vivencia del perdón la mejor oportunidad para ser más como Jesús. El rey en la parábola se ha compadecido. Es decir, se ha puesto en los zapatos del otro, como comúnmente hemos escuchado. Esa es una tarea prioritaria para entender el verdadero significado del perdón. Este rey ha hablado desde un corazón humano, que ha sentido el perdón, y nos invita a seguir su ejemplo. Hablar desde el corazón con la firme decisión de perdonar, nos saca de nosotros mismos, nos vuelve almas oblativas, nos aleja del egoísmo humano. |