La Palabra me dice
En el Evangelio de hoy, los discípulos piden una explicación sobre la parábola de la cizaña en el campo. La explicación de la parábola no parecía necesaria; sin embargo, tanto para ellos como para nosotros, Jesús se toma su tiempo y nos aclara cada uno de los términos. Quien siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; el campo es el mundo; la buena semilla los ciudadanos del Reino; la cizaña los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. De entre estos, el que más parece remarcar es que el juicio final sobre la cizaña lo tiene el Hijo del hombre. No somos nosotros quienes decidimos qué suerte correrán las diferentes clases de cizaña, sino el mismo Dios. Con este texto no podemos dejar de pensar en la Iglesia aquí y ahora, no una Iglesia de los puros e impecables, sino en una Iglesia de pecadores llamados a la conversión, llena de trigo y cizaña, que está llamada a imitar la actitud justa y misericordiosa de Dios. En el campo existe todo mezclado: cizaña y trigo. En el campo de mi vida, ¿qué prevalece? ¿El trigo o la cizaña? |