Evangelio del Dia

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Viernes 07 de Mayo de 2021

La Palabra dice


Jn. 15, 12-17

Jesús dijo a sus discípulos:

“Este es mi mandamiento: ‘Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre.

No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros”.

La Palabra me dice


Jesús es la plenitud de la revelación y de la Ley de Dios. En el antiguo testamento, Yavhé les regaló las tablas de la ley que contenían los diez mandamientos, como signo de la alianza de la elección de Israel. Con la llegada de Jesús en la historia de la salvación, el Padre nos habla en su Hijo; y la Nueva Alianza será sellada con la entrega de Jesús que tuvo el amor más grande, el de dar la vida por sus amigos.
 
Qué hermoso y qué comprometedor es ser llamados “amigos” por Jesús. La amistad es el amor de libre elección de las personas, el de la intimidad, el del compromiso, el de la fidelidad basada en el amor mutuo. Y Jesús, como buen amigo, nos reveló lo más profundo que traía en su persona, lo que el Padre le había revelado. Y todo el mensaje lo condensa en el “ámense los unos a los otros, como yo los he amado.”
 
El ser amados como amigos por Jesús también implica un compromiso: amar a nuestros hermanos con la medida de Jesús, llegando incluso a la entrega de nuestra propia vida. ¿Experimentamos el amor gratuito de Jesús, la cercanía de su amistad? ¿Vamos creciendo día a día en la entrega de nuestra vida por otros?

Con corazón salesiano


Sabemos que Don Bosco siempre establecía vínculos cercanos, inmediatos y valiosos. Su amabilidad y cercanía generaba confianza en los muchachos con los que se encontraba, como base de este vínculo de amistad. En el paradigmático encuentro con Bartolomé Garelli, aquel muchacho que en la sacristía de una Iglesia era reprendido por un sacristán porque no sabía ayudar a misa, cuando Don Bosco sale a defenderlo su primeras palabras fueron: “Déjenlo tranquilo, que es amigo mío”.

A la Palabra, le digo


Señor Jesús, amigo nuestro, tu palabra de confianza nos sostiene, tu cercanía nos ayuda a estar seguros, tu invitación a amar a nuestros hermanos nos desafía. Gracias por poner como medida del amor la amistad, y que nos lo hayas demostrado con el ejemplo de entregar tu vida por nosotros.