La Palabra me dice
¡Qué potente imagen usa Jesús para describirse! En los oídos de sus oyentes, todos judíos creyentes, resonarían esas palabras en la memoria de la salvación que Yavhé hizo del pueblo de Israel en el Éxodo. Allí, en medio del desierto, Dios les indicaba el camino con una nube de sombra durante el día, y otra de fuego en la noche; les iba revelando su voluntad con sus mandamientos y gestos; y los sostenía con el pan del camino, el agua que brotaba de las piedras… Jesús no es un simple guía, un conductor. Él es camino mismo, la rampa que nos lleva al Cielo, y la puerta misma de la felicidad infinita. Él es el Camino. Jesús no es sólo un “rabí”, un maestro, un profeta que enseña la fe o ayuda a descubrir la voluntad de Dios. Él mismo es la alianza que el Padre hace para revelarnos todo su amor. El mensaje y el contenido se identifican. Él es la verdad. Jesús no solo viene a ser nuestro pastor, para custodiarnos. Él viene a ser la víctima que entregará su vida para devolverla en plenitud; siendo Él mismo víctima, sacerdote y altar. Él es la vida. |