Evangelio del Dia

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Jueves 08 de Abril de 2021

La Palabra dice


Lc. 24, 35-48

Los discípulos, que retornaron de Emaús a Jerusalén, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.

Todavía estaban hablando de esto cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”.

Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: “¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo”.

Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: “¿Tienen aquí algo para comer?” Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; Él lo tomó y lo comió delante de todos.

Después les dijo: “Cuando todavía estaba con ustedes, Yo les decía: ‘es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos’”.

Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: “Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto”.

La Palabra me dice


“Atónitos y llenos de temor”: Jesús los ayuda a superar el miedo y la incredulidad, de modo que puedan identificar que Cristo resucitado es Jesús de Nazaret, el mismo que fue muerto en la Cruz, y no un Cristo fantasma como imaginaban los discípulos viéndolo. Él mandó palpar el cuerpo, porque la resurrección es resurrección de la persona toda, cuerpo y alma. La resurrección no tiene nada que ver con la teoría de inmortalidad del alma, enseñada por los griegos. ¿Cuáles son mis temores ante el Resucitado? ¿Cuáles son mis seguridades ante él?

“Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir”: Una de las mayores dificultades de los primeros cristianos fue aceptar a un crucificado como siendo el mesías prometido, pues la ley misma enseñaba que una persona crucificada era “un maldito de Dios” (Dt 21,22-23). Por eso, era importante saber que la Escritura había anunciado ya “que el Cristo debía sufrir y resucitar”. ¿Es para mí fuente de dificultad reconocer la forma de ser Mesías de Jesús? ¿Todavía tengo ganas de que esta forma fuese diferente, más cercana al triunfalismo de este mundo? 

“Ustedes son testigos de todo esto”: En esta orden final está la misión de las comunidades cristianas: ser testigos de la resurrección, para que quede manifiesto el amor de Dios que nos recibe y nos perdona, y querer que vivamos en comunidad como hijos e hijas suyos, hermanos y hermanas unos de otros. ¿Reconozco en mí este llamado de Jesús? ¿Cómo va mi alegría, mi esperanza, mi ‘optimismo realista’ de que la última palabra la tiene el bien, el amor, Dios, que es la forma de ser testigo?

Con corazón salesiano


Don Bosco pasó por "la experiencia de tiempos que parecían tristísimos por el imparable fenómeno de la apostasía y la descristianización" (Pedro Stella). Y, sin embargo, descubrió en esos tiempos a Dios, por más Invisible que pareciera. Necesitamos recordar que nacimos de ese Padre y sabernos sus herederos. Seremos dignos hijos suyos si logramos presentir la presencia de Dios en este mundo que parece sin Dios, entre los jóvenes que parecen indiferentes a su presencia e impermeables a su acción.

A la Palabra, le digo


Señor Resucitado, que pueda superar la incredulidad y la duda que a veces se anidan en mi corazón y procuran enflaquecer la certeza que la fe nos da ante la presencia de Dios en nuestra vida.  Que en nuestra vida cotidiana podamos ser testigos del amor de Dios revelado en Jesús.