Con corazón salesiano
La espiritualidad juvenil salesiana considera la vida diaria lugar de encuentro con Dios (cfr. Const. 18; CG23, nn. 162-164; CG24, nn. 97-98; Carta de identidad carismática de la Familia Salesiana, nn. 27-28, 34). En la raíz de esta percepción de lo cotidiano y de la valoración positiva de la vida está la fe y la constante comprensión del acontecimiento de la Encarnación: una espiritualidad que se deja guiar por el misterio de Dios que, con su encarnación, muerte y resurrección, afirma su presencia salvadora en toda la realidad humana.
La vida diaria del joven está hecha de compromiso, relación, juego, tensión de crecimiento, vida de familia, desarrollo de las propias capacidades, perspectiva de futuro, exigencias de acción, aspiraciones. Esta realidad hay que asumirla, profundizarla y vivirla a la luz de Dios. Según Don Bosco, para hacerse santo es necesario hacer “bien” lo que se debe hacer: él considera la fidelidad al deber de cada día criterio para verificar la virtud y signo de madurez espiritual. Un realismo práctico centrado en lo cotidiano, el sentido religioso del deber en cada momento de la jornada.
Para que la vida diaria se pueda vivir como espiritualidad es necesaria la gracia de unidad que ayuda a armonizar las diversas dimensiones de la vida en torno a un corazón habitado por el Espíritu de Amor. La gracia de unidad hace posible la conversión, la purificación y la fuerza del sacramento de la Reconciliación, medio privilegiado; actúa de tal manera que, mediante “el trabajo y la contemplación”, el corazón se mantenga libre, abierto a Dios y entregado los hermanos, especialmente a los jóvenes, y a los jóvenes pobres (Cuadro de Referencia Espiritualidad Juvenil Salesiana, págs. 93-94). |