La Palabra me dice
He recurrido al diccionario para despejar algunas dudas sobre la palabra “enemigo”. Con ello nos resultará más adecuado tratar la sugerencia de Jesús, “Amen a sus enemigos…” Hay unas precisiones que debemos explicitar: “Se considera enemigo a una persona o grupo de personas que no se quieren. A diferencia del adversario, el enemigo es la expresión radical de la diferencia entre personas, el antagonismo exacerbado o el desacuerdo extremo, innegociable e intolerante entre entes sociales, políticos, religiosos, etc.”
La primera afirmación posee tanta sencillez como elocuencia: hay personas o grupos de personas que no se quieren. Podríamos decir, que no se quieren bien. Y más aún, que no tienen la mínima intención de quererse, de estimarse, de ayudarse, por las diferencias, los antagonismos, el desacuerdo, la intolerancia. Es el punto más distante entre personas y grupos. A la actitud distante, Jesús nos ofrece el amor. A la actitud de persecución, Jesús nos ofrece la oración. A la actitud de privilegios y preferencias, Jesús nos ofrece la atención desinteresada.
Realmente la propuesta de Jesús es una palabra de optimismo, que hiere nuestro orgullo. Por eso la medida de nuestras relaciones con los demás es la perfección. Sin desanimarnos, sabiendo lo que somos, conscientes de nuestros límites, ahí radica la novedad del Evangelio: amar a los enemigos. |