La Palabra me dice
Hablar demasiado es hablar de más. Es una actitud que produce desconfianza. Jesús nos advierte que nuestras palabras en la oración (si no le damos paso al silencio), deben ser las justas y necesarias. Rezar es un acto de amor, pero que podemos traicionar con un cúmulo de palabras para satisfacer nuestro estado de ánimo, nuestras conquistas, nuestras exigencias. El Padre de ustedes, nos recuerda Jesús, conoce muy bien la situación de cada uno de nosotros. Por eso Jesús, inmediatamente, nos enseña a rezar con las palabras que llamamos “Padrenuestro”.
¿Estamos de acuerdo con aquello de que el Padre sabe bien qué es lo que me hace falta?
Aun así, tenemos que hacer gestos de hijos. Un ejercicio que podemos hacer es estar concentrados, bien concentrados y atentos al rezar las palabras del padrenuestro, en la oración de la mañana, en la oración de la tarde y en la eucaristía. Y si podemos juntar las manos, mejor. Y si cerramos los ojos, óptimo. Evitaremos así la repetición mecánica. Pensar una y otra vez cada palabra de la oración que Jesús nos enseñó... |