La Palabra me dice
El desierto. Este es el escenario de la Cuaresma. El desierto de afuera y el desierto de adentro. Allí estuvo Jesús cuarenta días. La preparación necesaria. El silencio imprescindible. El ayuno disciplinario. El oído atento. Las manos en actividad. El cuerpo y el espíritu en tensión. Y también las tentaciones, la flaqueza, el olvido, las distracciones, el desgano, las comodidades, las seducciones. El Evangelio de hoy es elocuente porque vemos cómo Jesús recibe el empujón del Espíritu. Es lo que cada uno de nosotros necesita para preparar adecuadamente el encuentro con la vida. Porque en la vida (¡en esta vida!) expresamos eso que tenemos dentro, que a veces es áspero y árido como el desierto, pero que, en contacto con la realidad, vemos la manera de vivir en el tiempo y en el espacio determinados. Es así que Jesús, el que hizo la experiencia de desierto, nos dice: “renuncien a su mal camino y crean en la Buena Nueva”. Es el programa dominical, de este domingo de Cuaresma. Renunciar a esa maldad que tenemos y adherirnos a la humanidad que deseamos. |