Evangelio del Dia

Buscar por fechas

Jueves 18 de Febrero de 2021

La Palabra dice


Lc 9, 22-25 – “El que pierda su vida por mí, la salvará”.

Jesús dijo a sus discípulos:
“El Hijo del hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día”.
Después dijo a todos: “El que quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si se pierde o se arruina a sí mismo?”.

La Palabra me dice


Durante el tiempo de Cuaresma encontramos un proyecto detallado para perseverar en nuestra vida de fe. Es un camino arduo que comienza con la palabra “sufrimiento”. Jesús es el primero en advertirnos sobre esta realidad humana anunciando la manera de entregar su propia vida para redimirnos. Jesús es el Salvador. Nosotros no. Nuestra adhesión al proyecto de Jesús se construye con la renuncia, cargando la cruz de cada día. Sacrificio, renuncia, cruz son la realidad humana de aquello que debemos tomar cuenta en este tiempo para no quedar distraídos, desatentos y desinteresados del plan divino. Jesús lo coloca en primera persona, en el protagonismo exclusivo de cada uno de nosotros. Jesús no quiere ni ganadores ni perdedores. Jesús nos quiere enteros, conscientes y atentos de nuestra opción, porque nuestra opción es él mismo.

Con corazón salesiano


En los orígenes de la espiritualidad salesiana, en el corazón salesiano, encontramos la cruz. Cada paso que fue dando el joven Juan Melchor Bosco, para cumplir la voluntad de Dios, tuvo una renuncia importante. Nosotros lo sabemos, por eso no podemos eludir esta dimensión del sacrificio. Cargar la cruz de cada día con alegría y optimismo es el acto de realismo salesiano que experimentamos en nuestra intimidad. En la vida de Don Bosco podemos leer los eventos difíciles que tuvo que sortear para ser fiel a su proyecto. Nuestro padre nos enseña a convivir con las adversidades: cuando no tenían lo suficiente para comer, cuando no tenían un lugar para el oratorio, cuando nadie lo comprendía, cuando lo abandonaban, cuando fallecían sus familiares y amigos... Don Bosco no se dejó vencer por las adversidades y siguió caminando ayudado por la Maestra, por María Auxiliadora que lo guió con su maternal cuidado.

A la Palabra, le digo


Amigo Jesús, ¿qué te puedo decir hoy sobre el sufrimiento? Tengo que callar y contemplar. Nuestra vida tiene forma de cruz, como la tuya. Pero los sabios de mi comunidad me han dicho lo que vos compartías con tus discípulos: hay que perder para salvar. Es duro. Es sacrificio. Es renuncia. Pero el final es la salvación. Mirando fijamente tu cruz, puedo comprender mi pequeñísima cruz.