Con corazón salesiano
En 1857 Don Bosco se reúne con el ministro Urbano Rattazzi y recibe de este luz en el camino de formación de la Sociedad Salesiana. La solución le vino más allá de las fronteras de los propios: “Rattazzi: En mi opinión debería escoger unos cuantos laicos y religiosos, formar una sociedad bajo ciertas reglas, imbuirlos con su espíritu, enseñarles su sistema, para que no le ofrezcan simplemente ayuda (ahora), sino para que puedan continuar su obra tras su marcha”.
A Don Bosco le resultó extraño que el mismo hombre que había autorizado la ley de supresión de las órdenes religiosas le aconsejara instituir otra de esas congregaciones. Por tanto contestó: “Don Bosco: ¿Pero su excelencia cree que sería posible fundar una sociedad como esa en estos días? Hace dos años el gobierno suprimió ciertas comunidades religiosas y quizá ahora mismo se está preparando para deshacerse de las que quedan. ¿Cree usted que permitiría la fundación de otras de la misma naturaleza? [...] Rattazzi: No debería ser una sociedad con carácter colectivo, sino una en la que cada uno de sus miembros conserve sus derechos civiles, se someta a las leyes del Estado, pague impuestos, etc. En una palabra [...] no debería ser nada más que una asociación de ciudadanos libres, unidos y que vivan juntos, con el mismo propósito caritativo en mente [...]. Las palabras de Rattazzi [...] fueron para Don Bosco como un rayo de luz e hicieron aparecer factibles cosas que había creído imposibles.” (G. Bonetti, Storia, 344-345) |