Con corazón salesiano
Este evangelio me recuerda al encuentro que Don Bosco relata con Bartolomé Garelli, el 8 de diciembre de 1841, día de la Inmaculada Concepción. Bartolomé se encontraba en un rincón de la sacristía cuando el sacristán lo vio y lo invitó a ayudar en la misa que presidía Don Bosco. Al decir que no sabía cómo hacerlo y que nunca lo había hecho, el sacristán enfurecido lo trató de estorbo y emprendió a darle golpes en la espalda y en la cabeza de aquel joven. ¿Por qué me lo recuerda? Porque a veces buscamos que todo sea tal cual es tradición, porque priorizamos lo que va por fuera, sin saber lo que hay por dentro, sin saber siquiera las capacidades que uno lleva por dentro. Sólo buscamos cumplir la ley exteriormente, pero Jesús va más allá y prioriza lo que está limpio por dentro más que lo de afuera. Don Bosco hace lo mismo, detiene los golpes y acercándose al joven lo invita a oír la misa. Desde este encuentro nace la pregunta: “¿Sabes silbar?” Todos tenemos algo dentro que debemos purificar más que por fuera, porque si lo que está dentro de nosotros es purificado, lo de afuera también lo estará. |