Con corazón salesiano
Don Bosco es testigo de la misericordia del perdón a lo largo de toda su vida. Sabe perdonar cada día los continuos desvaríos de sus muchachos; perdona generosamente a cuantos le ofenden. Está convencido, como manifestó a quienes en su misma casa le ultrajan y amenazan, que, como sacerdote católico, su fuerza está “en la paciencia y en el perdón”. Y es también suficientemente humilde para solicitar el perdón incluso a quienes le han causado grandes dolores y sufrimientos. Es muy frecuente en sus cartas la petición de perdón, tanto a sus bienhechores como a sus acreedores. Digamos siempre de corazón: “Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden. Pero con un olvido absoluto y definitivo de todo lo que en el pasado nos haya ocasionado algún ultraje. Amemos a todos con amor de hermanos”. Y él mismo pide también humildemente perdón a Dios de todos sus pecados, a sus hijos y a cuantos haya ofendido. Toda su pedagogía, expresada en su Sistema Preventivo, es pedagogía del amor y del perdón. De manera familiar recomienda a los maestros y asistentes: “Cuando un alumno se muestra arrepentido de una falta, perdonarlo enseguida y perdonar de corazón. Echarlo todo al olvido. Y después, que nadie diga jamás a un muchacho o a otro que ha desobedecido, que ha dicho una palabra insolente o faltado de otra manera al respeto: ¡Ya me las pagarás! Porque este lenguaje no es cristiano. No se den castigos graves por faltas leves, pues el alumno que se considera castigado sin razón, guardará el recuerdo de ello en su corazón y, a veces, también el deseo de venganza” (MBe VI, 298). La misericordia del perdón que practica y pide Don Bosco en su pedagogía se encuadra en el primer principio de su Sistema Preventivo: “La práctica de este sistema se apoya totalmente en las palabras de san Pablo: La caridad es benigna y paciente; todo lo sufre, todo lo espera y lo soporta todo”. Es, sencillamente, la práctica de la caridad la que nos exige amarnos, perdonarnos y hacer el bien a los que nos hacen mal. (Extraído de Eugenio Alburquerque Frutos. Boletín Salesiano de España, noviembre 2016) |