La Palabra me dice
En una nueva polémica con los fariseos y letrados, Jesús les reprocha duramente su concepción sobre la pureza-impureza, basadas en tradiciones, ritos exteriores (costumbres que podían higienizar el cuerpo, pero no el interior de las personas) o en alimentos que se podían o no se podían comer, porque “contaminaban”. Jesús quiere hacerles entender que no es lo de afuera que ensucia o hace impuro al hombre, sino lo que sale de su corazón. Esta es la fuente de la cual brota toda pureza o impureza. Por eso, Jesús no se escandalizará cuando lo toquen mujeres consideradas impuras, o cuando los leprosos lo toquen, impuros por su enfermedad. Hoy se celebra al santo Cura de Ars, patrono de los párrocos. Hombre de una profunda vida interior. De su corazón auténticamente creyente y sacerdotal, brotaba una sabiduría “espiritual” con tanta espontaneidad como el agua cristalina de un manantial. De este modo, pudo ir transformando su pequeña comunidad campesina en una comunidad creyente y ferviente. Y por eso, acudían a él gente de toda Francia para buscar consejo y asesoramiento, para “aprovechar” su sabiduría evangélica. Si uno no tiene claridad interior, si no ve las cosas a la luz del Espíritu, puede transformarse en un guía ciego que guía a otros ciegos, y convertirse en un predicador barato que le dice a la gente lo que tiene o no tiene que hacer y no la Buena Noticia de Jesús. Las plantas que planta el Padre del Cielo vienen de la Palabra que se siembra en el suelo fértil o en el corazón. El drama de los fariseos y letrados, como a todos aquellos que leemos toda la Biblia (y peor si no la leemos), es quedarnos con la cáscara y no penetrar hasta el carozo donde está la verdadera enseñanza. Entonces nos perdemos y en cualquier momento podemos caer en la depresión y el pánico, pero también en la superficialidad, la insatisfacción y la atadura a tradiciones o hábitos que poco tienen que ver con el Evangelio. Por eso, Jesús creó una comunidad de hermanos en la que pudiéramos escuchar y compartir su palabra y ayudarnos mutuamente también en nuestros “bajones”. El camino de la fe nunca es llano, y todos podemos “quedarnos” como el antiguo Israel en tradiciones o cumplimientos meramente exteriores que no “toquen” verdaderamente lo más profundo del corazón. |