Evangelio del Dia

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Viernes 26 de Junio de 2020

La Palabra dice


Mt. 8, 1-4 – "Si quieres, puedes purificarme". 

Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud. Entonces un leproso fue a postrarse ante él y le dijo: “Señor, si quieres, puedes purificarme”. Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Lo quiero, queda purificado”. Y al instante quedó purificado de su lepra.

Jesús le dijo: “No se lo digas a nadie, pero ve a presentarse al sacerdote y entrega la ofrenda que ordenó Moisés para que les sirva de testimonio”.
 

La Palabra me dice


Hoy iniciamos una nueva sección del evangelio de Mateo. Se trata del capítulo 8, en el que inicia la narración de 18 milagros, con los cuales vemos la presencia del Reino de Dios que llega para ofrecer salvación a todos (también a vos y a mí), especialmente a aquellos que han quedado al margen de la sociedad. Creo que es aquí donde está la clave para el día de hoy: las líneas invisibles que definen nuestro lugar en la sociedad.

El evangelio comienza regalándonos el panorama general de lo que ocurre alrededor de Jesús. En primer lugar, el movimiento de Jesús, que baja del monte: no está solo, le sigue mucha gente, van detrás de él, hacen su mismo camino, le han escuchado enseñar largamente y ahora regresan y mientras caminan seguramente comparten todo esto que han vivido y experimentado.

Y ahora el evangelista hace un acercamiento de cámara, un primer plano (creo que podemos usar esta expresión). Vemos a los protagonistas: Jesús y un leproso que se acerca. Pero, ¿este leproso bajaría también del monte? ¿Habrá escuchado a Jesús hablar y enseñar? ¿Estaba entre toda la gente que le seguía o quizá estaba al borde del camino? 

Sabemos que los leprosos eran excluidos de la sociedad, y las leyes sobre la pureza los dejaban aislados, apartados, incluso de sus familias. Así que en este primer plano hay una contradicción: el leproso ha salido del lugar que le corresponde para hablar con Jesús. Y Jesús también sale de su lugar: extiende la mano y lo toca. Definitivamente ha roto una frontera: ¿acaso este maestro no sabe que al tocarlo se hace a sí mismo impuro? ¿acaso no entiende que la lepra es un castigo de Dios?

Pero Jesús quiere limpiarlo y así lo hace. Y quiere también que se cumpla la ley: debe presentarse ante el sacerdote para que quede constancia de su curación. El milagro ha ocurrido y todos somos testigos. El milagro, las fronteras rotas, Jesús que toca al enfermo, la sorpresa de todos… ¿y nosotros? ¿Dónde quedamos? Sinceramente me preocupa que estemos quedando afuera, que todo esto no tenga nada que ver con nosotros.

Por eso quiero que volvamos a la primera escena: a la escena en la que no había ninguna frontera rota: Jesús camina, baja del monte y mucha gente le sigue. ¿Acaso nos ubicamos nosotros allí? Escuchamos su palabra cada día, caminamos tras sus huellas, llenos de su gracia nos comprometemos para servir con los jóvenes, en medio de ellos. Es nuestro lugar. Pero hoy te invito a que te acerques, si, a que te acerques a Jesús nuevamente, deja de seguirlo por un instante y acércate a Él, con tu enfermedad, con tu limitación, con tu dolor, y dile: “si quieres, puedes limpiarme”. Rompe la frontera tú también. Deja que Jesús la rompa por vos. Deja que el milagro ocurra de nuevo.

Con corazón salesiano


Creo que todos tenemos en nuestra mente la narración del sueño de los nueve años. En este sueño hay un detalle interesante sobre la forma de ser de Don Bosco: su primera reacción al escuchar insultos y blasfemias es irse a los golpes contra todos. Parece poco paciente, poco salesiano, quizá muy violento. Momentos más tarde viene la primera pista de boca de María: “no con golpes…”. Don Bosco hizo camino de santidad, Don Bosco con seguridad tuvo que ponerse una y otra vez en manos de Jesús para limpiar una “lepra” que bien podría dejarlo afuera de su misión: su impulsividad. Y vos, ¿cuáles son esas lepras que te dejan fuera? ¿Las has puesto en manos de Jesús?

A la Palabra, le digo


Hoy, Señor, quiere acercarme, quiero decirte que: “Si quieres, puedes limpiarme”. Tú sabes, Señor, con cuanto amor sigo tus pasos y escucho tu Palabra, por eso hoy quiero que toques mi vida, mi corazón y que limpies la lepra que me está dejando fuera de la misión que tienes para mi vida. Señor: “Si quieres, puedes limpiarme”.

Cerca de Jesús, Jesús Adrián Romero
https://www.youtube.com/watch?v=esf3ncGG6Z4