La Palabra me dice
Así como Maín, nos acercamos a Ti Señor, para que renueves todo nuestro ser en tu amor y en tu Palabra, porque queremos conocerte y amarte cada día un poco más. Es muy bella la imagen de la vid y los sarmientos que Jesús nos trae en este evangelio. Para muchos de nosotros, es una imagen cotidiana y para muchos otros una imagen lejana y poco conocida. Pero podemos comprender cuando Jesús dice que “permanecer en Él” es llevar dentro la savia que proviene de su inmenso e inagotable amor por nosotros, un silencioso misterio que nos recorre y nos trae vida que renueva nuestro cotidiano. “El que permanece en mí, y Yo en él”, pueda dar mucho fruto porque es la savia de su gracia y de su amor el que circulan en la profundidad del ser. Aunque también la Palabra habla de estos sarmientos que no dan fruto, que están secos, sin vida, y ya no reciben esa vida que proviene de Dios. Y Jesús, compara unos y otros, describe unos y otros, y los discípulos comprenden de qué está hablando: la necesidad de permanecer en Él para tener vida plena. También la vid y los sarmientos es una imagen muy hermosa para contemplar a nuestra familia la Iglesia. Todos los cristianos sujetos al mismo tronco. Una vid con innumerables sarmientos, donde muchos dan frutos, mientras otros muchos ya están secos y sin vida. Y Jesús, como buen viñador, sabe que para que la vid viva debe cortar aquellos sarmientos que ya están secos, es el modo necesario para renovar la vida y la savia de la vid. Cortar, podar, quitar, sacar, separar, todos verbos que provocan dolor; y cuántas veces, tan necesarios en nuestra vida personal, y en nuestra experiencia eclesial. |