La Palabra me dice
Tomo conciencia de cómo estoy, qué pensamientos atraviesan mi mente, qué sentimientos habitan -en este rato- mi corazón, qué me inquieta. Intento serenar todo mi ser y hacerle lugar al Señor y su Palabra. Vuelvo a releer el texto, e intento imaginar la escena y el contexto donde Jesús está predicando, a quiénes está contando esta parábola. Jesús se pone en la piel de los oyentes y para anunciarles su mensaje toma una imagen muy conocida para ellos. Propio de esta época era ver a los pastores y sus rebaños, cuántos de ellos habrán sido o aún ejercen el oficio de pastor. También es una imagen muy conocida por todo Israel, una imagen muy utilizada para describir la relación de Dios con su pueblo. Me detengo a observar esas características del Buen Pastor con las que Jesús se identifica y el paralelo que hace con el asalariado; interesante ver cómo el Señor se define por comparación entre las actitudes de un buen pastor y un empleado/asalariado. El Pastor conoce a las ovejas y ellas lo conocen (es un conocimiento y un amor recíproco), siente como propias las ovejas, las cuida y alimenta, permanece entre ellas, las protege de los peligros, y hasta es capaz de dar la vida por las ovejas. Del libro Cuidar al Pastor, de Ángel Rossi y Diego Fares, les comparto apenas este párrafo tan significativo que nos ayuda a pensar en el pastoreo del Señor y nuestro pastoreo: “El pastor aparece como guía afectuoso, comprensivo, realista, atento a lo esencial, no iluso, que no se deja engañar, y, por eso, vigilante, capaz de recordar y de infundir esperanza, que ´no es buscapleitos, sino condescendiente con todos, apto para enseñar y sufrido, que corrige con dulzura a los adversarios…´(2 Tim. 2, 22.25), que no grita, que no anda alzando la voz por las calles; que no rompe la caña cascada ni apaga la mecha que se extingue (Mt. 12, 18); al que pueden ´acudir todos los que están afligidos y agobiados, para ser aliviados´(Mt. 11, 28-30).” |