La Palabra me dice
Abre Señor mis oídos para escuchar tu dulce Voz, tu Palabra, tu Corazón. Cierro por un momento mis ojos y escucho los sonidos a mi alrededor, sereno mi corazón, escucho mi respiración, escucho… Lo primero que resuena en mi corazón al leer este texto es “su voz”, “escuchan su voz”, “conocen su voz”, “siguen su voz”. Inmediatamente resuena en mí, el salmo 29 que describe cómo es la voz de Dios, y dice: “¡La voz del Señor es potente, la voz del Señor es majestuosa! La voz del Señor parte los cedros…”. Y me da vuelta esta hermosa imagen, la voz del Señor se conoce en la Palabra y las ovejas reconocen su voz y lo siguen. Y pienso en mi cotidiano, cuántas voces me llegan de todos lados, cuántas voces internas me abruman muchas veces, cuántas voces diversas y variadas, cuántos timbres de voz diferentes. ¿Y cómo identificar la voz de Dios en medio de tantas voces? El texto dice que las ovejas escuchan, conocen y siguen su voz. Las ovejas confían plenamente en esa voz que da vida. Y podemos comprender que cuando habla de ovejas está hablando de nosotros, sus discípulas y discípulos, quienes amamos su Voz y encontramos Vida en ella. El pastor llama a las ovejas por su nombre y ellas lo siguen. El Señor pronuncia cada día nuestro nombre para que vivamos. Su dulce voz con ternura y cuidado nos llama, y nos convoca a su seguimiento. Siempre sintiéndonos ovejas-discípulos-buscadores, y al mismo tiempo, nos llama a ser pastores invitándonos a su misión de cuidar y amar a otras ovejas. |