La Palabra me dice
Esta lectura comienza narrando la primera parte de la Última Cena, en la que se relata el anuncio de la traición. En realidad, hemos convertido a Judas en un chivo expiatorio, estereotipo de todas las maldades y crueldades. Pero, desde Adán, que quiso rapiñar lo que se le ofrecía como don, todos somos Judas: obispos, curas, monjas, laicos disciplinados o comprometidos. Pero lo más importante es que Jesús quiere salvar a Judas, por eso le ofrece el bocado, signo de afecto y comunión. Y por eso lo pone ante su propia verdad, indicando que haga pronto lo que tiene pensado. Hasta el fin Él se esfuerza por salvar a todos los “Judas” que somos nosotros. Su amor no tiene límites y no impone condiciones. Y nosotros, ¡cuántas veces podemos mirar a los demás como Judas, sin mirarnos a nosotros mismos! Nos cuesta ponernos ante nuestra propia historia y nuestra propia verdad, que muchas veces, puede ser sucia o dolorosa. ¿Acaso no traicionamos el amor del Crucificado cuando nos resistimos a la voluntad del Padre y no queremos seguir a Jesús hasta el fin? |