Evangelio del Dia

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Viernes 27 de Diciembre de 2019

La Palabra dice


Jn. 20, 2-8 – “Se han llevado el Señor”.
El primer día de la semana, María Magdalena corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”.
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. 
Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.

 

La Palabra me dice


Esta tumba vacía, anunciada a María Magdalena por la piedra rodada de la tumba, es la primera evidencia de que ha sucedido algo. Pero la tumba no está totalmente vacía: los lienzos, que se encuentran en la forma en que estuvo el cuerpo de Jesús, dan prueba de que ha ocurrido algo.
Si el cuerpo de Jesús hubiera sido robado, como teme María, y como los guardias del evangelio de Mateo fueron pagados para decir, los lienzos habrían desaparecido con el cuerpo. En cambio, la presencia de las telas y su posición indican que la persona que estuvo envuelta en ellas había salido de ellas. El cuerpo de Jesús, que fue sembrado en muerte como un grano de trigo, germina y es resucitado, transformado en un “cuerpo espiritual”, a diferencia del de Lázaro, que simplemente fue devuelto a esta vida. Los objetos físicos, tales como las puertas cerradas, ya no afectan a este cuerpo resucitado y espiritual. Esta prueba de la resurrección es lo que el discípulo amado ve y cree. Se puede decir que, a diferencia de Tomás, él creyó lo que todavía no había visto. (Comentario Bíblico Internacional)

Con corazón salesiano


Ver y creer es algo que las primeras misioneras en la Tierra del Fuego tenían muy claro, y lo adoptaron como un estilo de vida.
El 12 de Diciembre de 1896 se incendia la Misión Salesiana de Nuestra Señora de la Candelaria, en la Tierra del Fuego, comenzando por la casa de las Hijas de María Auxiliadora a la una y media de la tarde. Todo queda reducido a cenizas. En medio de este gran símbolo de Muerte, Sor Luisa Ruffino le escribe a Don Rua:
"Teníamos acaso demasiadas comodidades y el Señor nos quería más pobres; teníamos muchos edificios y pocos niños y niñas. Ahora que vivimos en un pobre galpón, el Señor nos consuela enviándonos muchos a quienes atender".

A la Palabra, le digo


Ayúdanos, Dios mío, a ver y creer, ayúdanos a encontrar en las dificultades el rostro salvador de Jesús, a luchar contra toda adversidad, y a vivir de manera que cuando nos vean, crean que hacemos todo por amor. Amén.