Evangelio del Dia

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Domingo 20 de Octubre de 2019

La Palabra dice


Lc 18, 1-8
Después Jesús les enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse: “En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: ‘Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario’. Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: ‘Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme’”. Y el Señor dijo: “Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en una abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?”.
 

La Palabra me dice


Antes que nada tengo que tomar distancia y preguntarme si no estoy también yo contagiado con el racionalismo y cientificismo de muchos, que hoy no le ven sentido a la oración de petición (sobre todo en ciertos casos… como pueden ser las enfermedades terminales). ¿Olvidamos, quizás, que la ciencia contemporánea está todavía muy lejos de conocer exhaustivamente las leyes de la naturaleza? Qué fácilmente me olvido también de que las fuerzas más importantes de la historia (como son las que nacen del corazón humano) no son objeto de la ciencia.
 
Y qué fácil me resulta perder el sentido de misterio: olvidar que por debajo de la piel de lo cotidiano, existe esa otra dimensión, habitada por el Espíritu Santo.
 
La viuda no pide cualquier cosa: pide justicia. Y me vienen a la mente los nombres de tantas mujeres madres que insisten y no cejan para lograr aquello que es mejor para sus familias…

Con corazón salesiano


Junto con esto, me doy cuenta que orar no tendría que ser un deber para mí, sino un regalo, un tiempo precioso que Dios me concede para descansar y reponer mis fuerzas, tal como aquel campesino de la parroquia de Ars que pasaba horas y horas inmóvil, con su mirada fija en el sagrario y cuando el santo cura le preguntó por qué estaba así todo el día, respondió: «Nada, yo lo miro a él y él me mira a mí»….  “Cada puntada del bordado, un acto de amor”, dirá Madre Mazzarello…

A la Palabra, le digo


Gracias, Padre Dios, porque me vas enseñando el camino de la oración. Cuánto me falta aprender todavía. Sobre todo la sencillez y la confianza.
 
Tengo que aprender a pedirte la llegada de tu Reino (Mt 6, 33) pero con la misma confianza puedo pedirte el pan de cada día, la salud de mi hijo y la lluvia en tiempos de sequía…
 
Ser tan sencillo como para creer que Vos, Señor, estás deseando hacer mi voluntad, porque soy tu hijo y me querés mucho. Y al mismo tiempo ser tan sencillo como para confiar que eso Vos lo realizás a tu modo, y que no siempre coincide de cómo yo lo deseo y lo espero…
 
Mi oración debe aprender de las madres que cuidan la vida, y no temen insistir cuando la vida de quienes tienen a cargo se ve amenazada… insisten e insisten, tozudamente, día a día, sosteniendo lo que parece insignificante, pero que, en definitiva, es en el día a día donde se sostiene la vida… mi oración de petición de hoy será por las madres, que son tus elegidas, para que encuentren justicia.