Evangelio del Dia

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Viernes 06 de Septiembre de 2019

La Palabra dice


Lc. 5, 33-39
En aquel tiempo, los escribas y los fariseos dijeron a Jesús: “Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y hacen oración, lo mismo que los discípulos de los fariseos; en cambio, los tuyos comen y beben”.
Jesús les contestó: “¿Ustedes pretenden hacer ayunar a los amigos del esposo mientras él está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado; entonces tendrán que ayunar”.
Les hizo además esta comparación: “Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo para remendar uno viejo, porque se romperá el nuevo, y el pedazo sacado a este no quedará bien en el vestido viejo.  Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres; entonces el vino se derramará y los odres ya no servirán más. ¡A vino nuevo, odres nuevos! Nadie, después de haber gustado el vino viejo, quiere vino nuevo, porque dice: El añejo es mejor”.

 

La Palabra me dice


El título de este texto que proviene de Marcos (2,18-22) al que tanto Mateo como Lucas reproducen, versa sobre el ayuno. Pero finaliza con la sentencia a “vino nuevo odres nuevos”. Si leemos un poco antes y después notaremos que el contexto son varias curaciones y la actitud preferencial de Jesús para con los pecadores. Creo, entonces, que si bien la punta del iceberg es el ayuno, en realidad lo que se quiere enseñar es la importancia del cambio de mentalidad para recibir la novedad que es Jesús mismo y que su presencia en medio de su pueblo produce tanta alegría que no caben ningún tipo de ayunos. Me viene a la memoria el texto de Isaías sobre el sentido del ayuno:   “Este es el ayuno que yo amo –oráculo del Señor–: soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne” (58,6-7). Acaso Jesús no asume este desafío del profeta. Festejemos la alegría de la liberación. Necesitamos desterrar esa mentalidad de la mortificación como camino para la purificación y asumir la novedad de Jesús.

Con corazón salesiano


También me viene a la memoria en la vida de Domingo Savio cuando Don Bosco le sugiere no hacer mortificaciones que deterioren su salud. El camino a la santidad es hacer bien las cosas de todos los días. “Domingo comprendió y practicó con tanta fidelidad los consejos de su director espiritual, que Cagliero pudo atestiguar: «Era tan mortificado en sus sentidos, que a todos nos encantaba con la práctica constante de la paciencia, de la dulzura y de su actitud y puntualidad en sus deberes». (Vida de Domingo Savio escrita por Don Bosco)

A la Palabra, le digo


Señor Dios, yo estoy siempre contigo, tú me has tomado de la mano, me guías con tu consejo y después me recibirás en tu cielo.
¿A quién sino a ti tengo yo en el cielo? Si estoy contigo, no deseo nada en la tierra.
Aunque mi corazón y mi carne se consuman, Dios es mi herencia para siempre y la Roca de mi corazón.
Mi dicha es estar cerca de Dios: yo he puesto mi refugio en ti, Señor, para proclamar todas tus acciones. (Salmo 72, 23-28)