La Palabra me dice
Este pasaje del evangelio es la parte final del Discurso del Pan de Vida que nos acompañó esta semana. En respuesta a los anhelos más profundos del corazón humano, Jesús se revela como el pan vivo bajado del cielo para la vida del mundo. Esta revelación aleja a muchos, pero también arranca a Pedro la célebre profesión de fe: Tú tienes palabras de vida eterna. Sin la ayuda del Espíritu y sin el don de la fe toda la vida de Jesús se convierte en escándalo e incomprensión. Ante estas palabras duras muchos se van y Jesús se vuelve a sus discípulos y los interpela: ¿también ustedes quieren abandonarme? Sin duda esta pregunta resuena hoy en nosotros, la vida cristiana es bella pero no es fácil.
Con corazón salesiano
Don Bosco logró con el tiempo revolucionar su vida sacerdotal, porque se atrevió a llevar la eucaristía a la vida y la vida a la eucaristía. En aquel sacramento que reúne en sí mismo el núcleo de nuestra espiritualidad cristiana, nuestro Padre encontró el modo de dar mayor significatividad, ofreciéndole a los jóvenes algo más que un rito y una tradición. Les acercó la presencia de Jesús en lo que ellos vivían y llevó lo que ellos vivían a la eucaristía. En eso basó su gran manera de dar catequesis y de ser signo y portador del Amor de Dios.
A la Palabra, le digo
Señor, ¿a quién iremos si tú eres nuestra vida? Señor, ¿a quién iremos si tú eres nuestro amor?
¿Quién como tú conoce lo insondable de nuestro corazón? ¿A quién como a ti le pesan nuestros dolores, nuestros errores? ¿Quién podría amar cómo tú nuestra carne débil, nuestro barro frágil?
¿Quién como tú confía en la mecha que humea en nuestro interior? ¿Quién como tú sostiene nuestra esperanza malherida y nuestros anhelos insaciables? ¿Quién como tú espera nuestro sí de amor? (Cristóbal Fones)
|