Evangelio del Dia

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Sábado 20 de Abril de 2024

La Palabra dice


Jn. 6, 60-69

Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: «¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?».

Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: «¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen». En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: «Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede».

Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?».

Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios».

La Palabra me dice


Este pasaje del evangelio es la parte final del Discurso del Pan de Vida que nos acompañó esta semana. En respuesta a los anhelos más profundos del corazón humano, Jesús se revela como el pan vivo bajado del cielo para la vida del mundo. Esta revelación aleja a muchos, pero también arranca a Pedro la célebre profesión de fe: Tú tienes palabras de vida eterna.

Sin la ayuda del Espíritu y sin el don de la fe toda la vida de Jesús se convierte en escándalo e incomprensión. Ante estas palabras duras muchos se van y Jesús se vuelve a sus discípulos y los interpela: ¿también ustedes quieren abandonarme? Sin duda esta pregunta resuena hoy en nosotros, la vida cristiana es bella pero no es fácil. 


Con corazón salesiano


Don Bosco logró con el tiempo revolucionar su vida sacerdotal, porque se atrevió a llevar la eucaristía a la vida y la vida a la eucaristía. En aquel sacramento que reúne en sí mismo el núcleo de nuestra espiritualidad cristiana, nuestro Padre encontró el modo de dar mayor significatividad, ofreciéndole a los jóvenes algo más que un rito y una tradición. Les acercó la presencia de Jesús en lo que ellos vivían y llevó lo que ellos vivían a la eucaristía. En eso basó su gran manera de dar catequesis y de ser signo y portador del Amor de Dios.


A la Palabra, le digo


Señor, ¿a quién iremos si tú eres nuestra vida?

Señor, ¿a quién iremos si tú eres nuestro amor?


¿Quién como tú conoce lo insondable de nuestro corazón?

¿A quién como a ti le pesan nuestros dolores, nuestros errores?

¿Quién podría amar cómo tú nuestra carne débil, nuestro barro frágil?


¿Quién como tú confía en la mecha que humea en nuestro interior?

¿Quién como tú sostiene nuestra esperanza malherida y nuestros anhelos insaciables? 

¿Quién como tú espera nuestro sí de amor?

(Cristóbal Fones)