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09 de junio, 2021

Las que conocieron a Don Bosco: María Mazzarello

“Muy queridas hijas en Jesucristo:

Hoy celebramos la solemnísima fiesta de María Auxiliadora. Me complazco en dirigir mi pensamiento hacia ustedes, y hacia el Instituto que lleva su nombre. Hoy he recordado a las Hijas de María Auxiliadora en la Santa Misa y he rezado por ellas. Entre otras gracias he pedido que se conserven siempre fieles a su vocación, y sean religiosas amantes de la perfección y de la santidad…"


Al releer esta carta, hago memoria de las veces que, con mucha esperanza, he recordado a mis queridas hijas esta continua recomendación de nuestro padre Don Bosco. Siempre me ha gustado pedirles que avancemos con corazón grande y generoso, que no tengamos un corazón pequeño y triste, sino abierto a la vida, al fervor, a la frescura y radicalidad del Evangelio, para poder aceptar y vivir con alegría la invitación que es el fundamento de nuestra vocación: “A ti te las confío”...

Nos hace bien recordar que, para nosotros los religiosos, no es suficiente salvar el alma, sino que debemos hacernos santos, y con nuestras buenas obras hacer santas a otras almas que esperan nuestra ayuda. Nuestro querido Don Bosco nos enseñaba que su “método” era alegría, estudio y oración; por ese camino íbamos a llevar a las chicas que la Virgen nos confiaba por una vida de crecimiento y maduración.

Recuerdo que las jóvenes de Mornese estaban demasiado expuestas: un trabajo agotador en el campo, el peligro del vacío o de diversiones peligrosas. Por eso, cuando con mi amiga Petronila comenzamos el taller y luego de un año, el internado, nos dábamos cuenta que teníamos que dedicarles a las chicas un tiempo más prolongado, donde su energía y creatividad pudieran ser encauzadas. También los domingos y los días festivos nos ocupábamos de ellas mediante aquello que, al conocer a Don Bosco, aprendimos a llamar Oratorio. Allí compaginábamos catequesis con actividades de oración y recreación, para que cada vez más en sus vidas creciera el amor a Jesús.

Cuando nuestro fundador nos conoció, nos mandó unas líneas que marcaron nuestra manera de llevar adelante el taller: “Recen, sí… pero hagan todo el bien que puedan, especialmente a la juventud”. Estas palabras reflejaban e indicaban para nosotras una prioridad, y era poner en el centro de nuestras aspiraciones a las jóvenes, sus problemas, su vulnerabilidad. Era necesario llegar a ellas con entusiastas intervenciones, para prevenir que se equivoquen y se dañen.

Hoy somos muchas más, y a medida que educamos, vamos caminando en la santidad. Por eso nos tomamos en serio el cuidado de cada una. Al educarlas en la trama de la vida cotidiana, en cada momento, en las acciones ordinarias con las que se teje la existencia, las chicas van aprendiendo a vivir con dignidad, conscientes de su vocación de mujeres cristianas, invitadas a dar su aporte para que el mundo cambie. Lo bueno es que cada una es diferente, y desde esa originalidad cada mujer es receptiva, sensible y capaz de entusiasmarse por el bien. El tomarse el cuidado implica para nosotras, Hijas de María Auxiliadora, tener paciencia, esperar los tiempos de cada una con caridad verdadera, porque con amor obtenemos un bien mayor. 

Nuestra vida es sencilla, y con nosotras, las jóvenes encuentran un clima familiar, alegre, sereno, lleno de Dios. Por eso decimos que nuestra casa es la casa del Amor de Dios: valoramos los gestos concretos, pequeños, gratuitos que nos dicen que en ese corazón vive Jesús.

Re-leo esta carta y pienso: ¡Sí, nuestro querido Don Bosco seguro estará contento con nosotras, porque intentamos vivir lo que nos pidió, y sus oraciones fueron escuchadas!

Por Mariana Benegas, fma


Publicado originalmente en el Boletín Salesiano de Argentina