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21 de julio, 2019

¿A cuántos más podemos llegar?

El "costo de oportunidad" pastoral



Algunos estudios recientes vinculados al área de las neurociencias indican que los seres humanos serían más proclives a evitar la pérdida que a promover la ganancia. Muchas veces consideramos como “neutras” —es decir, ni buenas ni malas— aquellas situaciones que no dan pérdidas. Sin embargo, este planteo puede esconder una trampa: no pensar cuánto se hubiese ganado o qué otros resultados se hubiesen obtenido con la toma de otras decisiones.

En la “parábola de los talentos”, por ejemplo, se premia a quién más arriesgó. Y por el contrario, el Señor parece irritarse con quien no se animó a multiplicar aquello que tenía. Don Bosco también lo entendió así: se animó a salir de la tranquilidad de Turín para incursionar en el mundo entero, con una Congregación que apenas estaba naciendo. ¿Y nosotros?

Lo que dejamos de ganar

En Economía, para expresar esta idea se utiliza el concepto de “costo de oportunidad”. Puede ocurrir que cuando se analiza una actividad actual, si no da “pérdida” —es decir, si el balance es casi neutro— pase desapercibido, no llame la atención. Pareciera inmediatamente surgir la idea de que “por lo menos no nos cuesta nada, se autoabastece”, y por ello no entra en las prioridades ni se analiza en profundidad si esa experiencia podría ser potenciada.
En la “parábola de los talentos” el Señor parece irritarse con quien no se animó a multiplicar aquello que tenía.

Pero si la mirada fuese “cuánto es lo que dejamos de ganar en este período”, o “qué recursos no estamos aprovechando para compartir con otros proyectos”, tal vez se analizase el potencial de esa actividad a fin de estudiar posibles cambios que diesen una ganancia que ahora no se tiene.

Ese sería el costo de oportunidad: cuánto estamos dejando de ganar ahora, ya sea en recursos o en actividades que pudiesen disfrutar otros. O cómo están aumentando nuestros riesgos a futuro si todo sigue como está…

¿Hay un “costo de oportunidad pastoral”?

Si aplicamos esta lógica al ámbito de la pastoral, tal vez nos lleve a pensar en la cantidad de jóvenes que no pudieron asistir a una casa salesiana o no pudieron tener experiencias significativas.

En sólo cuatro o cinco años, que para algunos “pasan volando”, un adolescente o joven pudo haber recibido valores para toda su vida. Si por falta de propuestas, o porque no había personas dispuestas, o porque el clima invitaba a irse más que a quedarse, seguramente nos perderemos de “ganar” muchos jóvenes. Pero tal vez esa situación no llamó la atención, pasó desapercibida, no se experimentó como una “pérdida”.
En sólo cuatro o cinco años, que para algunos “pasan volando”, un adolescente o joven pudo haber recibido valores para toda su vida.

En cambio, si se modifica el enfoque, se puede advertir inquietantemente que, con intervenciones concretas, abriendo nuevos escenarios o solamente creando un clima amigable, muchos se hubiesen acercado a la obra.

Sin llegar a ser temerario con empresas irresponsables, es necesario analizar el bien que se deja de hacer si todo queda como está. No es correcto dejarse tentar por una tranquilidad aparente que es sinónimo de frialdad. Siempre estamos en condiciones de hacer algo más, está en nuestra esencia: somos hijos de un gran emprendedor de nuevas propuestas para la salvación de los jóvenes.

Por Normando Asnaghi  nasnaghi@donbosco.org.ar