Evangelio del Dia

Buscar por fechas

Domingo 02 de Octubre de 2022

La Palabra dice


Lc 17, 3b-10

Los Apóstoles dijeron al Señor: “Auméntanos la fe”. El respondió: “Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, ella les obedecería. Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: ‘Ven pronto y siéntate a la mesa’? ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después’? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: ‘Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber’”.

La Palabra me dice


El Evangelio de hoy nos pone frente a un tema que, a veces, suele ser un poco difícil o complicado de tratar: el perdón. Muchos de los que estamos hoy frente a este texto seguramente coincidamos en que siempre es bueno e importante saber perdonar, así como también lo es el ser perdonados. Creemos que es de “buen cristiano”» hacerlo, y que es algo propio de todos aquellos que, en el vivir cotidiano, queremos seguir a Jesús. Así como para alguien encargado de arar la tierra le es propio velar porque ello sea hecho en tiempo y forma; así como para alguien encargado de cuidar al ganado le es propio atenderlo, darle de comer y velar porque nada malo le pase; pareciera que lo propio de los seguidores de Jesús es tener un corazón dispuesto a perdonar todas las veces que sea necesario.

Estoy seguro que hasta acá tenemos un consenso considerable, y de hecho es lo que plantea Jesús en el pasaje del evangelio de Lucas que acabamos de leer. Tenemos que perdonar. Es más: los versículos finales coronan magistralmente esta postura, añadiendo que cada vez que perdonemos a nuestros hermanos, no debemos hacer alarde de eso porque ”somos simples servidores, [y] no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber”, lo que confirma lo que venimos diciendo. ¡Qué contundente es Jesús! Cada vez que algún hermano falte a la caridad y nos pida perdón, tenemos que perdonarlo sin importar cuántas veces lo haga, porque eso es lo propio de aquellos que creemos en Él. Sin embargo, una vez más, las palabras de Jesús son dulces como la miel cuando las leemos o repetimos, y un tanto amargas cuando queremos hacerlas vida en nosotros. 

Encarnar esta actitud de Jesús no es para nada sencillo. ¿Somos capaces de perdonar a quien sinceramente se arrepiente? ¿Actuamos como si nada hubiera pasado? ¿O a la primera ocasión que se nos presenta recriminamos una vez más la ofensa cometida? ¿Perdonamos todo? ¿O algunas cosas nos cuestan? Personalmente, se viene a mi corazón la respuesta: “y… depende”. 

Sin embargo, tengo la certeza de que no tenemos que bajar los brazos, porque es el mismo Jesús quien viene en nuestra ayuda. San Agustín decía: “Señor, dame lo que me pides y pídeme lo que quieras”. Con otras palabras, este santo expresó lo mismo que dijeron los apóstoles al clamar “auméntanos la fe”. Si Dios nos ayuda, si el ejemplo de Jesús nos estimula, podremos cultivar un corazón misericordioso dispuesto a perdonar. Con paciencia. Paso a paso. Con fe creciente en un Dios que en su esencia es misericordia. Es trabajo de toda la vida, sí; no podremos lograrlo de un día para otro… pero no estamos solos. Y la fe, mueve montañas.

Con corazón salesiano


Muy cerca del final de su vida se lo escuchó decir a Don Bosco: “Si hubiese tenido cien veces más fe de la que tengo, hubiera hecho cien veces más de lo que hice”. Cada vez que leo esta frase, se me pone la piel de gallina. ¿Don Bosco se reconocía falto de fe? ¡Si su vida fue un canto a la fe y a la confianza en Dios, desde pequeño! Sin dudas, si hay algo que a Don Bosco le sobraba era la fe. Sin embargo, como en el Evangelio, supo comprender que no hay otra manera de realizar lo que Dios nos pide en Jesús que pidiéndole a nuestro Padre que aumente nuestra fe en Él.

En los momentos más difíciles de su vida Don Bosco nunca se dejó vencer, sino que reafirmó su confianza en Dios sabiendo que todo lo que realizaba era porque Él así lo quería. En su corazón de padre se afirmaba esa certeza, y la fe fue lo que le ayudó a “soñar” hasta el final.

A la Palabra, le digo


Señor, frente a Vos reconozco que a veces me cuesta perdonar y que guardo rencor en mi corazón. Quiero hacer realidad lo que me pedís, pero sé que me cuesta. Por eso, hago mía la oración de los apóstoles y te pido que me ayudes a aumentar mi fe en Vos. Que los ejemplos de perdón y reconciliación que me rodean me estimulen a imitarte, para hacer de lo que me toca vivir cotidianamente un espacio de amor y perdón.


Ahora podés escuchar el Evangelio del Día en Spotify como "Lectio salesiana": https://spoti.fi/3gRYQSP