La Palabra me dice
Cuando se escucha este evangelio en las iglesias, generalmente, el que sale perdiendo es el pobre Tomás. Le quedó el sobrenombre de “incrédulo” para siempre. No sé si vale, pero me gustaría defenderlo un poquito. Ante todo, los demás discípulos habían visto a Jesús, habían visto sus llagas y su costado. Corrían con ventaja. Y habiendo visto que Aquél que fue crucificado, muerto y sepultado estaba vivo, resucitado, mantuvieron la misma actitud: se quedaron encerrados y con miedo. Tomás no pudo creerles. ¿Cómo si vieron vivo a Jesús, que había muerto, seguían ahí temerosos? El mayor de los males había sido vencido, ¿y ellos encerrados y con miedo? No. No podía ser cierto. Después le tocó a él ver a Jesús y recibió ese reproche, que lo acompaña al día de hoy. Pero me hace pensar que, muchas veces, nuestras comunidades sufren de este mismo mal. Hacemos experiencia del resucitado, pero estamos encerrados y temerosos. La resurrección es el acontecimiento fundamental de nuestra fe que nos debe lanzar a un gran movimiento de salida, al encuentro de los hermanos. La resurrección nos debe ayudar a romper con nuestros miedos y a salir de nuestros encierros, si queremos ser creíbles. |