Evangelio del Dia

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Viernes 05 de Marzo de 2021

La Palabra dice


Mt 21, 33-46 – “Comprendieron que se refería a ellos”

Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero.
Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon. El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera.
Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: ‘Respetarán a mi hijo’. Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: ‘Éste es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia’. Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron.
Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?”
Le respondieron: “Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo”.
Jesús agregó:
“¿No han leído nunca en las Escrituras: ‘La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: ésta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos’?
El que caiga sobre esta piedra quedará destrozado, y aquel sobre quien ella caiga será aplastado.
Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos”.
Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos. Entonces buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta.

La Palabra me dice


Jesús utiliza la misma forma para abordar a sus interlocutores que ayer leíamos en el evangelio de Lucas. En este caso, los destinatarios son los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, personas de una dilatada experiencia en la animación espiritual del pueblo. La parábola, la comparación, el relato; es magnífico, sin fisuras. Jesús le agrega algunas preguntas y explicaciones secundarias, que hacen caer en la cuenta el verdadero significado de su interpelación. Sus oyentes, sabios en la historia, quedaron mal parados. Jesús los ha sorprendido una vez más. “Comprendieron que se refería a ellos”. Con certeza, ¿quiénes sino ellos eran los responsables de los sucesos que llegarían en poco tiempo? Y reaccionan, comprendieron todo, porque se refería a ellos. De la comprensión quisieron pasar inmediatamente a la acción: hay que eliminar a esta persona, detenerla, juzgarla (o no), pero, en definitiva, eliminarla. Aunque tenían temor por las represalias que el pueblo podría tomar contra ellos. Ya buscarán la forma, la manera de sacar del medio a Jesús. Pensemos que todo este relato lo actuamos muchas veces en nuestra vida. Por eso tenemos que estar atentos a las palabras de Jesús para comprender en su verdadera extensión su mensaje.

Con corazón salesiano


Pero Jesús no solo nos revela el amor de Dios a nosotros, sino también el rostro del Dios verdadero, que es en sí mismo Comunión de Amor: El Padre se da al Hijo engendrándolo, y, juntos, donan el Espíritu Santo: este es el corazón de la fe cristiana.
Esta Comunión de amor no solo se manifiesta a los hombres por medio del Hijo, sino que se comunica realmente mediante la acción de Jesús y del Espíritu Santo. Ella constituye el compromiso fundamental del cristiano: construir en nuestro mundo el Reino de Dios, que es un Reino “de justicia, de amor y de paz”. “Padre, te ruego que todos sean uno, como Tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado” (Jn 17, 21). 
(Cuadro de Referencia Espiritualidad Juvenil Salesiana, pág.44).

A la Palabra, le digo


Ayúdanos a cambiar Señor,
para mirar el mundo, la vida, los seres humanos
con tu mirada y desde tu corazón.
Sana nuestras cegueras que nos impiden ver
el dolor y el sufrimiento de los que caminan a nuestro lado,
de los que viven en nuestro mundo, bajo nuestro mismo sol.
Sacude nuestro corazón para que aprendamos a ver
con los ojos llenos de Evangelio y Esperanza de Reino.
Corre ya el velo de nuestros ojos
para que, viendo, podamos conmovernos por los otros,
y movernos desde lo profundo del corazón,
para acudir a dar una mano, y la vida toda,
a los que están caídos y rotos en las cunetas de los caminos.
Ayúdanos Señor a ver, y a cambiar… a verte y a optar…
a utilizar esa mirada nueva que nos dejaste:
la mirada del Evangelio,
para ver con tus ojos de Dios,
para sentir con tu corazón compasivo,
para actuar llevados por la fuerza de tu Espíritu,
para hacer posible, ya aquí en la tierra,
el mundo nuevo del Reino prometido. Amén

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