La Palabra me dice
Turbas incontables rodean y siguen a Jesús: sus hechos milagrosos arrastran a la gente que deseaba verlo y posiblemente “tocarlo”, porque de él salía la energía de Dios. Él sanaba a tantos enfermos, y los “espíritus malos” vociferaban contra el Señor y se “arrojaban a sus pies…”. Jesús deseaba que la noticia no se divulgara, que todos callaran.
Hoy los estrepitosos actos masivos que mueven a las masas de gente, rodean una corte de individuos serviles que los medios masivos ponen de manifiesto. Cada época tiene sus “shows mans” o sus “shows girls” que acaparan a sus “fans” y seguidores. Jesús, al contrario, al final rindió cuentas de sus actos con su vida misma, porque sus amigos y socios lo dejaron solo y lo abandonaron. Murió solitario en la cruz entre delincuentes.
Ahora se entiende por qué aún en medio del jolgorio, no es oportuno cantar victoria ni exaltar diciendo que todo va a ser mejor. Incluso el Reino de Dios exige fuerza para abrirse paso en el corazón humano, que en cualquier momento puede decirle incluso “no” a Dios y volver atrás. El éxito no está en las aclamaciones exaltantes de la gente, sino en el recuerdo constante de la obra de Dios que va creando lo nuevo de continuo: es su Espíritu el que hace nuevas todas las cosas y crea nuestra realidad.
La predicación de la palabra y del mensaje de Jesús a veces se revelan inútiles a los ojos del ser humano, pues las traiciones están a la orden del día. Se avanza a pequeños pasos, resultado de una paciencia complicada y fatigosa. Todo se construye sobre la libertad humana que Dios va empujando y guiando continuamente. Todos lo sabemos o por lo menos lo presentimos. El deber de anunciar “otra palabra” que no sea la nuestra, hace más ardua la tarea, porque ella responde al nombre del “amado Señor” que nos envía a hacerlo. ¿Ante quién rendiremos cuenta del Evangelio que anunciamos? Casi siempre no hay multitudes que nos escuchan o reciben. Lo hacemos en solitario. La Iglesia sin embargo confía en la palabra y en el testimonio de cada creyente cristiano. |