Evangelio del Dia

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Domingo 26 de Enero de 2020

La Palabra dice


Mt. 4, 12-17 – “Conviértanse”.
Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaúm, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías:

“¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones!
El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz;
sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz”.

A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: "Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca". Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias de la gente. Su fama se extendió por toda la Siria, y le llevaban a todos los enfermos, afligidos por diversas enfermedades y sufrimientos: endemoniados, epilépticos y paralíticos, y él los curaba. Lo seguían grandes multitudes que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania.

 

La Palabra me dice


Reflexión de Alessandro Pronzato:
El seguimiento de Jesús comienza por la conversión: En el Evangelio aparecen los nombres de los primeros discípulos: Simón, Andrés, Santiago, Juan. La llamada y el seguimiento se funden en el cambio de oficio, en nuevos horizontes y lugares precisos: acompañando al Maestro. Pero hemos de tener en cuenta a muchas personas anónimas, destinatarias no sólo de la predicación de Jesús, sino también de su invitación a seguirle.

Hay un seguimiento que se lleva a cabo permaneciendo en el mismo sitio en que uno estaba, siguiendo con el mismo oficio que tenía, sin abandonar a la familia, sin apartarse de las ocupaciones de siempre. La separación se sitúa en otro plano.
De esta forma cada uno sigue donde está, pero se amplían sus perspectivas. Hace las cosas de siempre, pero dedicándose a algo distinto. Trabaja en la barca, o en una oficina, o en la cocina, o en la fábrica, o en la computadora, o en el cuadro de mandos, o al volante, y allí construye el reino de Dios. Todos se ven implicados en la misión, cuando resuena aquella invitación: ‘¡Vengan!’. Pero para muchos se da la posibilidad de llegar lejos, de difundir la buena nueva, aun siguiendo en el camino acostumbrado de las tareas cotidianas. El cuadro puede seguir siendo el mismo. Lo que cambia es el sentido, la perspectiva.

Sin embargo, a nadie de le dispensa del viaje esencial, del itinerario irrenunciable: el de la conversión. Retorno, abandono de los itinerarios desviados, cambio de mentalidad, inversión de ruta, transformación profunda, corazón nuevo, adopción de una orientación distinta en la propia vida: se trata de imágenes que sirven para expresar esta exigencia fundamental de la conversión. Trabajar por el Reino no significa hacer conversiones como convertirse. El viaje verdaderamente comprometido es el que uno realiza al interior de sí mismo para llegar a un vuelco, a una inversión total de posiciones, pensamientos, actitudes.

Paradójicamente, es a través de los cambios decisivos que tienen lugar en las profundidades del ser como se hace visible la novedad del Reino. Cristo, al pasar, puede también permitir que alguno (o muchos) sigan en su mismo puesto. Pero, si verdaderamente acogemos su invitación, no hay nada dentro de nosotros que siga en el mismo sitio, nada es ya como era. Se produce un terremoto. Se ven sacudidos todos los equilibrios, se abandonan todas las posiciones precedentes, todo se organiza de manera distinta, con vistas a un terremoto posterior, inevitable. El equilibrio sólo se encuentra aceptando, día tras día, que todo se vea sacudido por su palabra, por su mirada, por su paso en nuestra vida. Y nosotros, para disponernos a la conversión, tenemos que cultivar una inquietud, una insatisfacción saludable. Cristo ofrece su paz a aquellos que antes han aceptado perderla, dejarse “inquietar”.

Con corazón salesiano


Juan Bosco que recorre, anda, busca, va, mira. El tiempo del oratorio ambulante, buscando un lugar para establecerse, pero no para detenerse, sino para ganar en profundidad. Tantos salesianos, Hijas de María Auxiliadora, cooperadores, amigos de Don Bosco que no se conforman con que "es lo que hay", sino que siguen actuando en su realidad inmediata (sin pretender acciones espectaculares), confiando en la construcción cotidiana del Reino.

A la Palabra, le digo


Te pido Jesús que me ayudes a encontrar ese lugar donde debo estar para servir. Dame un corazón inquieto, atento a tu palabra y a tus gestos. Dame la valentía de cambiar.