Evangelio del Dia

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Miércoles 22 de Enero de 2020

La Palabra dice


Mc. 3, 1-6 – “La dureza de sus corazones”.
Jesús entró nuevamente en una sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo curaba en sábado, con el fin de acusarlo. Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: “Ven y colócate aquí delante”.
Y les dijo: “¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?”. Pero ellos callaron.
Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: “Extiende tu mano”. El la extendió y su mano quedó curada. Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con él.

 

La Palabra me dice


Arrancamos la semana con el tema de las preguntas sobre religión. Hoy la confrontación entre Jesús y los fariseos aumenta. Ya se nota, evidentemente, lo dañino que persigue ese grupo religioso que se convierte en una oposición, cuya finalidad es la eliminación de Jesús. Vendrán las acusaciones. Vendrá una discusión seria y lamentable. Jesús lo advierte y utiliza sus convicciones: mirada de desaprobación y claridad en las formas. También Jesús lo hace. También hace el milagro.
 
Notamos en este diálogo la duplicidad de los fariseos, que con el atropello característico de este tipo de personas que trabaja mafiosamente, se quedan callados ante el primer razonamiento, ante la primera acción inteligente de Jesús. Es típico de estos grupos ruidosos y violentos que manipulan lo que tienen a mano para lograr sus objetivos. Pero fallan en lo esencial: no saben pensar. Atropellan, pero no piensan. El Maestro les hace ver su torpeza, porque es Jesús quien cura. Es él. El único. No nos confundamos.
 
La tristeza de Jesús puede aumentarse hoy con nuestras actitudes negativas e indisciplinadas. Mucho desorden y nada de claridad doctrinal llevan a muchas personas a repetir la solución farisaica: juntarse hasta con el enemigo para derrotar al que es considerado una molestia. Existe, pues, una especie de “patota” dentro de nuestra vivencia de la fe, que debemos evitar y erradicar de nuestros grupos y de nuestro corazón.

Con corazón salesiano


Preparando el CG28 de los Salesianos de Don Bosco, vamos a recorrer la situación juvenil a nivel mundial con algunos párrafos del Instrumento de trabajo sobre el tema.
 
El mundo juvenil y la actualidad de la misión salesiana
En la mayoría de los países del mundo, los jóvenes constituyen un elemento numéricamente significativo para la sociedad. En algunas áreas del planeta, con una alta tasa de natalidad, representan una parte significativa y creciente de la población, pero no siempre tienen a su disposición estructuras educativas adecuadas y oportunidades auténticas de crecimiento y desarrollo. En otros países, en cambio, estamos presenciando una disminución demográfica que hace que la importancia de los jóvenes en la sociedad sea menos significativa. En el mundo, muchos jóvenes viven en condiciones de pobreza y de miseria debido a las desigualdades sociales y a las políticas de explotación injustas. Muchos son los chicos y los jóvenes obligados a emigrar de sus tierras, numerosos los refugiados y los desplazados. Otros, como los jóvenes indígenas, viven en situaciones difíciles a veces incluso dentro de sus culturas y corren el riesgo de ser objeto de explotación y exclusión. En otros contextos encontramos, en cambio, jóvenes económica y socialmente ricos que experimentan, sin embargo, una creciente angustia personal, causada por muchos factores, entre los cuales surge la desintegración de las familias y la falta de adultos significativos. En general, en el mundo, los jóvenes están excluidos de los circuitos de toma de decisiones del mundo adulto, que no los involucra y decide sobre ellos sin ellos. Muchas veces los mismos jóvenes nos dicen que, como salesianos, no conocemos su mundo y nos invitan a una mayor apertura: "A veces huyes de nosotros, los jóvenes. No nos entiendes y crees que ya lo sabes todo".

A la Palabra, le digo


Señor, ayudanos a que en nuestro grupo, en nuestra comunidad, los pobres y excluidos, aquellos que generalmente son catalogados como "pesados", o difíciles, o aquellos que han errado y quieren reemprender el camino, tengan un lugar.

Que nuestras leyes y reglamentos no estén por encima del bien de las personas.

Ayudanos a crecer en la libertad, y no que no tengamos miedo cuando, por seguir tus pasos, quedemos "fuera de ley".