Evangelio del Dia

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Miércoles 23 de Octubre de 2019

La Palabra dice


Lc 12, 39-48
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada”. Pedro preguntó entonces: “Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?”. El Señor le dijo: “¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? ¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo! Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si este servidor piensa: ‘Mi señor tardará en llegar’, y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles. El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más.
 

La Palabra me dice


“… fiel y previsor…” son dos palabras que resuenan con fuerza en mi interior como características que agradan al Señor. Ser fiel a quien es Fiel conmigo. Ser previsor en el servicio a mis hermanos, tan amados por Él.
 
“¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo!” ¿Cuál es el trabajo que el Señor me encomienda? No tanto el de toda la vida, sino el trabajo del momento presente: Estudiar, la docencia, la oficina, la coordinación de algo, el cuidado de personas… Y, más concretamente, limpiar algo, ayudar en casa, un trámite o las compras, visitar un enfermo, lavar el coche… La fidelidad a la voluntad de Dios en el momento presente es clave para ser fiel toda la vida. El ayer ya pasó. El mañana no existe. Solo hoy y ahora puedo responder al Señor que me invita, de modos diversos y originales, a amar.
 
Es que la voluntad de Dios no se presenta como algo escondido y difícil de conocer, como si Él quisiera jugar a las escondidas con nosotros. Su Voluntad se despliega en lo cotidiano de la vida. En su Voluntad está mi felicidad y, como es Él quien más anhela que yo sea feliz, así también desea mostrarme su Voluntad en lo cotidiano de mi vida. Siento que donde hay una posibilidad de amar concretamente, aunque cueste, allí se manifiesta su Voluntad. Donde puedo generar vida y calidez para los hermanos, allí me encuentro con su Voluntad. Donde se hace sentir la necesidad de justicia y en mis manos existe una posibilidad de ayudar a realizarla, allí Él me llama. Su Voluntad, lejos de ser algo extraño e indescifrable, se vuelve un llamado que, desafiando mi fidelidad, no cesa de recordarme que Dios me puso en este mundo para los demás.

Con corazón salesiano


Don Bosco insistía en la realidad de que el fin de los tiempos o el momento de la propia muerte llegará. Para él no era algo metafórico ni tema tabú. Por eso insistía en el alto valor del ser fiel al propio deber, al estado de vida, a la voluntad de Dios en el momento presente aunque cueste. Es bello volver a escuchar sus palabras: “Tengan en cuenta, queridos jóvenes, que todos han sido creados para el Paraíso…” (Il Giovane provveduto); “Un pedacito de Paraíso todo lo arregla” (Memorias Biográficas VIII, 444); “… lo que sufrimos en la tierra es momentáneo; lo que hará gozar a mis amigos en el Cielo, eterno” (Memoria Biográficas XV, 184).

A la Palabra, le digo


Padre Fiel… mantener el esfuerzo de fidelidad en lo que Vos me pedís, es algo arduo. Estar preparado para cuando decidas que nos encontremos cara a cara, me desafía. Vivir el momento presente es lo que más anhela mi corazón. Es allí donde te encuentro. No tengo otro momento más que el presente para darte lo que soy, para encontrarme con Vos y, a través de mi amor a los demás, regalarte mi sí. Sólo tu Gracia puede hacer esto en mi vida. Que tu obra se realice, Señor.